Se define como ese malestar que todos experimentamos cuando, al viajar largas distancias, cruzamos varios husos horarios y nos enfrentamos a una hora local (y luz solar) diferente al llegar.
Nuestras variables fisiológicas necesitan tiempo para reajustarse a la nueva hora local, y eso produce síntomas como fatiga, problemas estomacales, dificultades para concentrarnos… y trastornos del sueño -uno de los procesos más afectados- que se esfuerza por permanecer en el patrón antiguo.
Lo que quizás no sea tan conocido es que existen otros tipos de jet lag, como el del tipo social. ¿Pero sabes de qué se trata?
EL JET LAG SOCIAL
Hoy es cada vez más común quedarse hasta altas horas de la noche viendo una serie de televisión capítulo tras capítulo. Y claro, tenemos excusa: jornadas de trabajo interminables, que no ayudan a conciliar nuestra vida familiar y de ocio.El día no tiene suficientes horas para todo lo que queremos hacer, por lo que la única solución es posponerlo a la noche. Al final, acabamos normalizado ir al gimnasio a horas intempestivas, o dedicar un ratito a charlar o tomar algo con los amigos al final del día.
El problema es que ese “final del día” llega cada vez más tarde. Y, sin embargo, el despertador se empeña en sonar por la mañana a la misma hora de siempre, para obligarnos a cumplir con nuestras obligaciones laborales o de estudios. Así, desde el lunes, el cansancio se acumula, y nuestra deuda de sueño también. Las horas que vamos robando a la noche se las vamos quitando, inevitablemente, a nuestro descanso nocturno.
Cuando llega el fin de semana, aprovechamos para compensar durmiendo “lo que el cuerpo nos pide”. Sin horarios que nos restrinjan, tendemos a levantarnos más tarde y a tratar de recuperar el sueño robado durante la semana. Pues bien, cuando el centro del sueño de los días de trabajo difiere en más de 2 horas del centro del sueño de los días libres, hablamos de jet lag social.
La pandemia de COVID-19, y el aumento del teletrabajo que trajo consigo, permitieron comprobar que personalizar los horarios de trabajo nos permitiría dormir más entre semana. Durante el confinamiento, al acostarnos y levantarnos más tarde los días laborables, se redujo significativamente el jet lag social. Sobre todo para las personas con un cronotipo más vespertino, que parecen más predispuestas a experimentarlo.
Por supuesto, no todas las actividades ni empleos pueden desarrollarse en un horario libre de trabajo, uno que no requiera despertador. Por otro lado, parece que este problema podría afectar de manera distinta a hombres y mujeres. Aunque lo cierto es que no hay suficientes estudios en este sentido y, además, es difícil separarlo del propio cronotipo, ya que las mujeres suelen ser más matutinas.
Si fuéramos conscientes de la importancia de mantener nuestro orden temporal interno para mantener un buen estado de salud, la demanda de unos horarios laborables más conciliadores -no solo con nuestra vida familiar, sino también con nuestro tiempo biológico- se vería escuchada.
“Jet lag social”: cuando el fin de semana confunde a tu cuerpo
Nuestras variables fisiológicas necesitan tiempo para reajustarse a la nueva hora local, y eso produce síntomas como fatiga, problemas estomacales, dificultades para concentrarnos… y trastornos del sueño -uno de los procesos más afectados- que se esfuerza por permanecer en el patrón antiguo.
Lo que quizás no sea tan conocido es que existen otros tipos de jet lag, como el del tipo social. ¿Pero sabes de qué se trata?
EL JET LAG SOCIAL
Hoy es cada vez más común quedarse hasta altas horas de la noche viendo una serie de televisión capítulo tras capítulo. Y claro, tenemos excusa: jornadas de trabajo interminables, que no ayudan a conciliar nuestra vida familiar y de ocio. El día no tiene suficientes horas para todo lo que queremos hacer, por lo que la única solución es posponerlo a la noche. Al final, acabamos normalizado ir al gimnasio a horas intempestivas, o dedicar un ratito a charlar o tomar algo con los amigos al final del día.
El problema es que ese “final del día” llega cada vez más tarde. Y, sin embargo, el despertador se empeña en sonar por la mañana a la misma hora de siempre, para obligarnos a cumplir con nuestras obligaciones laborales o de estudios. Así, desde el lunes, el cansancio se acumula, y nuestra deuda de sueño también. Las horas que vamos robando a la noche se las vamos quitando, inevitablemente, a nuestro descanso nocturno.
Cuando llega el fin de semana, aprovechamos para compensar durmiendo “lo que el cuerpo nos pide”. Sin horarios que nos restrinjan, tendemos a levantarnos más tarde y a tratar de recuperar el sueño robado durante la semana. Pues bien, cuando el centro del sueño de los días de trabajo difiere en más de 2 horas del centro del sueño de los días libres, hablamos de jet lag social.
Aunque lo correcto sería mantener el mismo horario a lo largo de la semana para garantizar la salud de nuestro sistema circadiano, el número de personas capaces de cumplirlo sería bajo. De hecho, se estima que este trastorno lo sufren al menos un 50% de los estudiantes. Si, en lugar de 2 horas, consideramos solo una hora de diferencia entre los días de trabajo y los libres, la proporción de afectados ascendería al 70 %. Es como si cada fin de semana le cambiaran la hora a 7 de cada 10 personas.
NO SUBESTIMES TU SUEÑO
Si crees que esta alteración apenas nos afecta, te estás engañando. Entre otras cosas, los patrones irregulares de sueño se asocian con un peor rendimiento académico. Además, el jet lag social también se ha relacionado con un mayor riesgo de padecer alteraciones metabólicas, incluyendo obesidad y diabetes tipo 2.
¿Tiene solución? ¿Existe una cura?
La pandemia de COVID-19, y el aumento del teletrabajo que trajo consigo, permitieron comprobar que personalizar los horarios de trabajo nos permitiría dormir más entre semana. Durante el confinamiento, al acostarnos y levantarnos más tarde los días laborables, se redujo significativamente el jet lag social. Sobre todo para las personas con un cronotipo más vespertino, que parecen más predispuestas a experimentarlo.
Por supuesto, no todas las actividades ni empleos pueden desarrollarse en un horario libre de trabajo, uno que no requiera despertador. Por otro lado, parece que este problema podría afectar de manera distinta a hombres y mujeres. Aunque lo cierto es que no hay suficientes estudios en este sentido y, además, es difícil separarlo del propio cronotipo, ya que las mujeres suelen ser más matutinas.
Si fuéramos conscientes de la importancia de mantener nuestro orden temporal interno para mantener un buen estado de salud, la demanda de unos horarios laborables más conciliadores -no solo con nuestra vida familiar, sino también con nuestro tiempo biológico- se vería escuchada.
Entretanto, puedes culpar al despertador.
Fuente: Espacio Mutuo
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