Con el objetivo conjunto de promover la salud ciudadana y la del planeta, la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) presentó la campaña ‘Come sano, muévete y cuida tu planeta’ junto con una actualización de sus consejos sobre dieta y ejercicio teniendo en cuenta, por primera vez, el criterio de sostenibilidad.
Aunque ya sabíamos que mantener hábitos saludables es determinante para prevenir las enfermedades cardiovasculares, la diabetes tipo 2 y algunos tipos de cáncer, “ahora hay una gran corriente de pensamiento que aboga porque la alimentación, además de sana, también deba ser sostenible”, subraya la experta en nutrición Esther López-García.
Según la web Our World In Data de la Universidad de Oxford, la producción de alimentos representa más de una cuarta parte (26%) de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, y la mitad de la tierra habitable y el 70% de la extracción mundial de agua dulce se destinan a la agricultura.
Por otro lado, un amplio análisis de los riesgos alimentarios en 195 países durante el periodo entre 1990 y 2017, publicado en The Lancet en 2019, estimó que 11 millones de muertes y 255 millones de AVAD (Años de Vida Ajustados por Discapacidad, que expresan el número de años perdidos debido a enfermedad, discapacidad o muerte prematura) fueron atribuibles a factores de riesgo alimentarios. Los principales, la ingesta elevada de sodio (sal) y la baja ingesta de cereales integrales o frutas.
Por todo esto, los expertos de la comisión citada por López-García urgían a “una transformación global del sistema alimentario”. “Los alimentos que comemos y cómo los producimos determinarán la salud de las personas y del planeta, y deben introducirse cambios importantes para evitar tanto la reducción de la esperanza de vida, como la continua degradación del medio ambiente”, advertían.
LA FAMOSA DIETA MEDITERRÁNEA
Ya te contábamos antes las bondades de la dieta mediterránea, ¿pero conocías sus bondades con el planeta también? Las nuevas recomendaciones de la AESAN buscan promover un patrón de dieta equilibrada con predominio de alimentos de origen vegetal sobre los de origen animal, “en línea con el patrón de dieta mediterránea, que a su vez contribuye a reducir el impacto medioambiental del sistema alimentario”.
La guía recomienda, por ejemplo, “comprar productos frescos de temporada, proximidad y mínimamente procesados (como los congelados) y productos a granel o en envases reciclables”. Sobre las frutas y hortalizas, aconseja consumir “también aquellas con defectos estéticos, pues conservan todas sus propiedades nutritivas” y limita el desperdicio de alimentos. En relación con las legumbres —que tienen poco impacto ambiental, un precio asequible y son ricas en proteínas y otros nutrientes—, la guía recomienda cocinarlas en grandes cantidades y congelarlas, así como triturar las sobras de las ya cocinadas para preparar hamburguesas, albóndigas o purés. Acerca de los cereales, cuyo impacto ambiental es bajo, “se aconseja priorizar los de grano entero y productos integrales, minimizando el consumo de alimentos elaborados con harinas refinadas”, remacha López García. En relación con los frutos secos, se recomiendan entre 3 raciones semanales y hasta una diaria (consideradas como un puñado que permita cerrar la mano). “Su impacto ambiental es variable, ya que algunos métodos de cultivo son poco respetuosos con el medioambiente, como el caso de las almendras”, advierte la guía.
MENOS CARNE (SOBRE TODO ROJAS)
El consumo de carne y en especial el de carne roja se ha vinculado a problemas de salud y su producción tiene un mayor impacto ambiental que la de otros alimentos, sobre todo la de vaca y cordero. Al hacerlo, habría que aumentar el consumo de otras fuentes de proteína, como las legumbres, los frutos secos o los huevos. Estos últimos tienen alto valor nutricional y un impacto ambiental relativamente bajo.
“Si puedes, elige productos procedentes de ganaderías donde la cría de animales cumpla con los más altos estándares de bienestar animal y consume todas las partes del animal (incluyendo cortes grasos y casquería) para evitar el desperdicio”, señala la guía, aunque recomienda elegir cortes magros si se necesita controlar las calorías.
Para la leche y los lácteos, muy nutritivos, se recomienda no superar 3 raciones al día, “evitando aquellos con azúcares añadidos y alto contenido en sal”, aconseja esta catedrática. “Sin embargo, debido su elevado impacto ambiental, se sugiere reducir las raciones diarias de lácteos si se consumen otros alimentos de origen animal”, matiza.
¡A MOVERSE!
La AESAN complementa los consejos dietéticos con recomendaciones de actividad física por grupos de edad que pueden integrarse en el trabajo, los desplazamientos y las tareas cotidianas. “La actividad física es buena para corazón, cuerpo y mente”, señala Susana Aznar Laín, catedrática en actividad física y salud en la Universidad de Castilla La Mancha, España. “Cualquier tipo de actividad es mejor que ninguna y cuanta más, mejor”, añade. “La industria nos vende muchos mensajes, pero lo importante es dejar claro que toda actividad cuenta, ya sea de transporte, recreativa, deportiva, actividades domésticas, subir escaleras o ir andando al trabajo: todo sirve”.
A la inversa que con los pasos diarios, sobre el tiempo de exposición en la infancia y la adolescencia a pantallas (teléfono, consolas de videojuegos, tablets, televisión, etc.), se aconseja “cuanto menos, mejor”, en especial para los más pequeños: nada en los menores de 1 año y 1 hora al día como máximo para niñas y niños de 1 a 2 años. “Hay que huir un poco de las pantallas”, advierte la experta.
Cuida tu salud cuidando la del planeta
Aunque ya sabíamos que mantener hábitos saludables es determinante para prevenir las enfermedades cardiovasculares, la diabetes tipo 2 y algunos tipos de cáncer, “ahora hay una gran corriente de pensamiento que aboga porque la alimentación, además de sana, también deba ser sostenible”, subraya la experta en nutrición Esther López-García.
El propósito de la comisión internacional que redactó las recomendaciones parecía imposible: lograr alimentar con una dieta sana a los casi 10.000 millones de pobladores que se estima tenga la Tierra en 2050.
¿QUÉ TIENEN QUE VER?
Según la web Our World In Data de la Universidad de Oxford, la producción de alimentos representa más de una cuarta parte (26%) de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, y la mitad de la tierra habitable y el 70% de la extracción mundial de agua dulce se destinan a la agricultura.
Por otro lado, un amplio análisis de los riesgos alimentarios en 195 países durante el periodo entre 1990 y 2017, publicado en The Lancet en 2019, estimó que 11 millones de muertes y 255 millones de AVAD (Años de Vida Ajustados por Discapacidad, que expresan el número de años perdidos debido a enfermedad, discapacidad o muerte prematura) fueron atribuibles a factores de riesgo alimentarios. Los principales, la ingesta elevada de sodio (sal) y la baja ingesta de cereales integrales o frutas.
Por todo esto, los expertos de la comisión citada por López-García urgían a “una transformación global del sistema alimentario”. “Los alimentos que comemos y cómo los producimos determinarán la salud de las personas y del planeta, y deben introducirse cambios importantes para evitar tanto la reducción de la esperanza de vida, como la continua degradación del medio ambiente”, advertían.
LA FAMOSA DIETA MEDITERRÁNEA
Ya te contábamos antes las bondades de la dieta mediterránea, ¿pero conocías sus bondades con el planeta también? Las nuevas recomendaciones de la AESAN buscan promover un patrón de dieta equilibrada con predominio de alimentos de origen vegetal sobre los de origen animal, “en línea con el patrón de dieta mediterránea, que a su vez contribuye a reducir el impacto medioambiental del sistema alimentario”.
La guía recomienda, por ejemplo, “comprar productos frescos de temporada, proximidad y mínimamente procesados (como los congelados) y productos a granel o en envases reciclables”. Sobre las frutas y hortalizas, aconseja consumir “también aquellas con defectos estéticos, pues conservan todas sus propiedades nutritivas” y limita el desperdicio de alimentos. En relación con las legumbres —que tienen poco impacto ambiental, un precio asequible y son ricas en proteínas y otros nutrientes—, la guía recomienda cocinarlas en grandes cantidades y congelarlas, así como triturar las sobras de las ya cocinadas para preparar hamburguesas, albóndigas o purés. Acerca de los cereales, cuyo impacto ambiental es bajo, “se aconseja priorizar los de grano entero y productos integrales, minimizando el consumo de alimentos elaborados con harinas refinadas”, remacha López García. En relación con los frutos secos, se recomiendan entre 3 raciones semanales y hasta una diaria (consideradas como un puñado que permita cerrar la mano). “Su impacto ambiental es variable, ya que algunos métodos de cultivo son poco respetuosos con el medioambiente, como el caso de las almendras”, advierte la guía.
MENOS CARNE (SOBRE TODO ROJAS)
El consumo de carne y en especial el de carne roja se ha vinculado a problemas de salud y su producción tiene un mayor impacto ambiental que la de otros alimentos, sobre todo la de vaca y cordero. Al hacerlo, habría que aumentar el consumo de otras fuentes de proteína, como las legumbres, los frutos secos o los huevos. Estos últimos tienen alto valor nutricional y un impacto ambiental relativamente bajo.
“Si puedes, elige productos procedentes de ganaderías donde la cría de animales cumpla con los más altos estándares de bienestar animal y consume todas las partes del animal (incluyendo cortes grasos y casquería) para evitar el desperdicio”, señala la guía, aunque recomienda elegir cortes magros si se necesita controlar las calorías.
Para la leche y los lácteos, muy nutritivos, se recomienda no superar 3 raciones al día, “evitando aquellos con azúcares añadidos y alto contenido en sal”, aconseja esta catedrática. “Sin embargo, debido su elevado impacto ambiental, se sugiere reducir las raciones diarias de lácteos si se consumen otros alimentos de origen animal”, matiza.
¡A MOVERSE!
La AESAN complementa los consejos dietéticos con recomendaciones de actividad física por grupos de edad que pueden integrarse en el trabajo, los desplazamientos y las tareas cotidianas. “La actividad física es buena para corazón, cuerpo y mente”, señala Susana Aznar Laín, catedrática en actividad física y salud en la Universidad de Castilla La Mancha, España. “Cualquier tipo de actividad es mejor que ninguna y cuanta más, mejor”, añade. “La industria nos vende muchos mensajes, pero lo importante es dejar claro que toda actividad cuenta, ya sea de transporte, recreativa, deportiva, actividades domésticas, subir escaleras o ir andando al trabajo: todo sirve”.
A la inversa que con los pasos diarios, sobre el tiempo de exposición en la infancia y la adolescencia a pantallas (teléfono, consolas de videojuegos, tablets, televisión, etc.), se aconseja “cuanto menos, mejor”, en especial para los más pequeños: nada en los menores de 1 año y 1 hora al día como máximo para niñas y niños de 1 a 2 años. “Hay que huir un poco de las pantallas”, advierte la experta.
Fuente: Espacio Mutuo.
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