La esperanza es un recurso invaluable que nos moviliza, incluso cuando enfrentamos desafíos abrumadores. En tiempos de adversidad, como los que hemos experimentado recientemente tras los incendios en la región de Valparaíso y en tantas otras ocasiones en nuestra historia, la esperanza es el faro de luz que nos mantiene en pie cuando todo es oscuridad.
Como “la mayor tragedia de la última década” es que será recordado el fuego que afectó a la Quinta Región. Las consecuencias económicas y sociales son devastadoras; muchos vieron sus barrios destruidos por completo, hay quienes perdieron a sus seres queridos e incluso otros que aún no los encuentran. El escenario de incertidumbre es total.
Sin embargo, tal como sucedió en el terremoto y tsunami del 2010, en la erupción del volcán Villarrica, los aluviones en el norte y tantos otros desastres que han aquejado a nuestro país, la esperanza será una vez más el elemento clave para volver a levantarse.
¿Qué se necesita para cultivar la esperanza? Dos cosas: motivación para alcanzar un objetivo y una estrategia para llegar allí. No se trata de optimismo, que es la creencia de que el futuro saldrá bien pase lo que pase. La esperanza es racional y movilizadora.
Así es como se combate la adversidad con esperanza:
1. MÁS NO SIEMPRE ES MEJOR
Es un momento difícil para una sociedad materialista, porque cuanto más tenemos, menos dependemos de la esperanza. Ya hemos decorado nuestra casa con la lámpara que queríamos y comprado el auto que necesitábamos. Pero las catástrofes nos han enseñado que ni el juego de comedor ni la prenda de moda podrán evitarnos el dolor: si queremos sanar de manera más profunda, necesitaremos confiar en algo más sustancial.
Cuando tenemos cosas bonitas, tendemos a estar emocionalmente apegados a esas posesiones y las vemos como parte de nosotros mismos, lo cierto es que la cultura materialista nos anima a expresar nuestra identidad a través de lo que tenemos.
Pero “más” no siempre es “mejor”. Aquí es donde se pone realmente complicado: los psicólogos han descubierto algo llamado rechazo a la pérdida. Es lo que nos hace percibir que el dolor de perder nuestras posesiones es mayor que el placer de adquirirlas. Por alguna retorcida maldición de la naturaleza, esta respuesta está realmente cableada en nuestro cerebro, de modo que es más raro que logremos ser la excepción.
¿Cómo podemos ser más precavidos? Da vuelta el juego e intenta despojarte de aquello que no necesitas realmente. Deshazte de esa prenda que usas hace un año o de la chatarra electrónica que, enfrentémoslo, no vas a arreglar. Quédate con lo que te da verdadera alegría. ¡Consume menos, disfruta más!
2. LA ESPERANZA REQUIERE UN SENTIDO SALUDABLE DE CONTROL
Según relata el artículo de SmartBrief, el movimiento de autoestima fue lanzado oficialmente en 1986 en California y ha sido descrito como “tonto” en el mejor de los casos, y nocivo en el peor. Según esta filosofía, las personas exitosas tienen alta autoestima, mientras que los perdedores serían los fracasados con baja autoestima.
Sin embargo, según la autora LaRae Quy, no hay datos concluyentes que relacionen una alta autoestima con el éxito. Un poco más de investigación sobre el tema revela que hay diferentes tipos de autoestima:
Autoestima tóxica. Alimentada por una victimización constante y una mentalidad de «todos son culpables menos yo». Las personas con esta autoestima suelen sentirse con derechos por sobre otros y creer que deben sentirse bien consigo mismos sin importar los medios.
Autoestima saludable. Esto tiene raíces profundas en cómo nos sentimos acerca de las cosas que podemos controlar en nuestra vida. La razón por la que esto es importante para superar el estrés y la ansiedad es que las personas esperanzadas se basan en un fuerte sentido de control y capacidad.
El estrés no siempre es peligro: la esperanza lo usa para hacernos más fuertes.
Las personas esperanzadas tienen menos estrés y ansiedad porque no se castigan cuando las cosas salen mal: entienden lo que controlan y lo que no. En cambio, se enorgullecen de lo que han logrado en su vida y confían en su capacidad para aprender cosas nuevas a fin de mejorar sus circunstancias.
Nos han condicionado para creer que todo estrés es malo, así que evitamos el dolor. Como resultado, nuestra tolerancia a los obstáculos cotidianos disminuye y nuestro pequeño mundo se encoge porque no queremos experimentar nada negativo en la vida.
El estrés no siempre es malo. Experimentarlo es simplemente la respuesta del cuerpo a los cambios que nos exigen: cambiarnos de casa, de trabajo o tener un hijo. Por eso, es importante diferenciar qué nos angustia (como perder a un ser querido), de qué nos estresa en un sentido positivo (como el miedo frente a los cambios)… Porque, quién sabe, quizás esos cambios pueden ser la mejor oportunidad de nuestras vidas.
Cómo utilizar la esperanza para superar el estrés y la ansiedad
Como “la mayor tragedia de la última década” es que será recordado el fuego que afectó a la Quinta Región. Las consecuencias económicas y sociales son devastadoras; muchos vieron sus barrios destruidos por completo, hay quienes perdieron a sus seres queridos e incluso otros que aún no los encuentran. El escenario de incertidumbre es total.
Sin embargo, tal como sucedió en el terremoto y tsunami del 2010, en la erupción del volcán Villarrica, los aluviones en el norte y tantos otros desastres que han aquejado a nuestro país, la esperanza será una vez más el elemento clave para volver a levantarse.
¿Qué se necesita para cultivar la esperanza? Dos cosas: motivación para alcanzar un objetivo y una estrategia para llegar allí. No se trata de optimismo, que es la creencia de que el futuro saldrá bien pase lo que pase. La esperanza es racional y movilizadora.
Así es como se combate la adversidad con esperanza:
1. MÁS NO SIEMPRE ES MEJOR
Es un momento difícil para una sociedad materialista, porque cuanto más tenemos, menos dependemos de la esperanza. Ya hemos decorado nuestra casa con la lámpara que queríamos y comprado el auto que necesitábamos. Pero las catástrofes nos han enseñado que ni el juego de comedor ni la prenda de moda podrán evitarnos el dolor: si queremos sanar de manera más profunda, necesitaremos confiar en algo más sustancial.
Cuando tenemos cosas bonitas, tendemos a estar emocionalmente apegados a esas posesiones y las vemos como parte de nosotros mismos, lo cierto es que la cultura materialista nos anima a expresar nuestra identidad a través de lo que tenemos.
Pero “más” no siempre es “mejor”. Aquí es donde se pone realmente complicado: los psicólogos han descubierto algo llamado rechazo a la pérdida. Es lo que nos hace percibir que el dolor de perder nuestras posesiones es mayor que el placer de adquirirlas. Por alguna retorcida maldición de la naturaleza, esta respuesta está realmente cableada en nuestro cerebro, de modo que es más raro que logremos ser la excepción.
¿Cómo podemos ser más precavidos? Da vuelta el juego e intenta despojarte de aquello que no necesitas realmente. Deshazte de esa prenda que usas hace un año o de la chatarra electrónica que, enfrentémoslo, no vas a arreglar. Quédate con lo que te da verdadera alegría. ¡Consume menos, disfruta más!
2. LA ESPERANZA REQUIERE UN SENTIDO SALUDABLE DE CONTROL
Según relata el artículo de SmartBrief, el movimiento de autoestima fue lanzado oficialmente en 1986 en California y ha sido descrito como “tonto” en el mejor de los casos, y nocivo en el peor. Según esta filosofía, las personas exitosas tienen alta autoestima, mientras que los perdedores serían los fracasados con baja autoestima.
Sin embargo, según la autora LaRae Quy, no hay datos concluyentes que relacionen una alta autoestima con el éxito. Un poco más de investigación sobre el tema revela que hay diferentes tipos de autoestima:
El estrés no siempre es peligro: la esperanza lo usa para hacernos más fuertes.
Las personas esperanzadas tienen menos estrés y ansiedad porque no se castigan cuando las cosas salen mal: entienden lo que controlan y lo que no. En cambio, se enorgullecen de lo que han logrado en su vida y confían en su capacidad para aprender cosas nuevas a fin de mejorar sus circunstancias.
Nos han condicionado para creer que todo estrés es malo, así que evitamos el dolor. Como resultado, nuestra tolerancia a los obstáculos cotidianos disminuye y nuestro pequeño mundo se encoge porque no queremos experimentar nada negativo en la vida.
El estrés no siempre es malo. Experimentarlo es simplemente la respuesta del cuerpo a los cambios que nos exigen: cambiarnos de casa, de trabajo o tener un hijo. Por eso, es importante diferenciar qué nos angustia (como perder a un ser querido), de qué nos estresa en un sentido positivo (como el miedo frente a los cambios)… Porque, quién sabe, quizás esos cambios pueden ser la mejor oportunidad de nuestras vidas.
Fuente: https://www.espaciomutuo.cl/bienestar/vivir-mejor/como-utilizar-la-esperanza-para-superar-el-estres-y-la-ansiedad/
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