Incluso antes de la llegada del COVID-19, muchas personas ya se encontraban exhaustas o en camino al “burn-out”… si es que ya no era demasiado tarde.
Antes de la pandemia, la gente hablaba de sus ganas de apagar todo: las noticias de último momento, las cosas por hacer, las notificaciones de redes sociales y del correo electrónico. Nadie quería estar constantemente pensando en el futuro -en la siguiente tarea por cumplir- pero, cuando intentaban desconectarse, era insoportable. Se sentían incómodos y nerviosos, perdidos y angustiados.
Y no eran los únicos. Incluso antes del virus, los estadounidenses reportaban tasas más altas que nunca de ansiedad clínica y depresión, con estimaciones que mostraban que al menos una de cada 5 personas sufría alguno de aquellos trastornos. Las adicciones a sustancias nocivas también se encontraban en niveles máximos, contasas crecientes de alcoholismo y la epidemia de opiáceos. La soledad y el aislamiento social iban en aumento, al igual que el agotamiento y la fatiga. Por supuesto, la muerte, la angustia y la incertidumbre de los últimos 2 años sólo han servido para exacerbar estas tendencias.
¿CREES EN LA VIDA DESPUÉS DE LA PANDEMIA?
Ahora, con el final de la pandemia finalmente a la vista, más personas comienzan a reflexionar sobre las vidas que quieren llevar al otro lado. Sería desafortunado perder esta oportunidad de reiniciarnos, redefinir el éxito y cómo lo perseguimos.
Lo que necesitamos es tener ambos pies sobre la tierra – hallar esa fuerza interna y confianza en uno mismo que nos sostiene a través de los altibajos de la vida. Es una profunda reserva de integridad y fortaleza, de plenitud, de la cual pueden surgir el desempeño duradero, el bienestar y la realización.
Estar conectados a tierra no significa decir adiós a la pasión, el esfuerzo y la ambición; sino dejar atrás la ansiedad frenética y omnipresente y encontrar una manera de expresar tu auténtico yo en el aquí y ahora. Uniendo los campos de la psicología, la neurociencia y la sociología, así como también viejas lecciones religiosas y sabias tradiciones, existen 5 principios que podrían servirte como un mapa hacia una vida diferente -y mejor- en la postpandemia.
ACEPTA QUIEN ERES.
No puedes trabajar en algo de manera significativa si te niegas a aceptar dónde estás. No donde quieres estar, no donde crees que deberías estar, no donde otros piensan que deberías estar, sino donde estás, incluso si no es un buen lugar. Sólo una vez que dejas de resistirte a los pensamientos y emociones intrusas es que podrás tomar acciones concretas y productivas para superarlos.
Con más de 130 estudios publicados que apoyan la teoría y aseguran su efectividad para lidiar con la depresión clínica, el dolor crónico, el abuso de sustancias y el agotamiento extremo, entre otros, el concepto detrás es sorprendentemente antiguo.
Durante milenios, las tradiciones de sabiduría oriental han enseñado a los practicantes a desconfiar de la «segunda flecha». La primera flecha es un evento o circunstancia que no puedes controlar; la segunda flecha es tu negativa a aceptar ese evento o circunstancia y verlo claramente por lo que es. Estas tradiciones enseñan que la segunda flecha, la que nos disparamos a nosotros mismos, casi siempre duele más que la primera.
Cuando te descubras a ti mismo disparando segundas flechas hacia ti mismo y resistiéndote a la realidad, repite el siguiente mantra: esto está realmente ocurriendo y estoy haciendo lo mejor que puedo.
CONCÉNTRATE EN EL PRESENTE.
Nuestra sociedad celebra la eficiencia y la optimización, por lo que es natural que queramos optimizarnos. Pero nuestros cerebros no son computadoras.
Un estudio de 2001 publicado en el Journal of Experimental Psychology encontró que cuando realizamos múltiples tareas, nuestros cerebros cambian constantemente entre tareas o dividen y así vencen, asignando tan sólo una parte de nuestra capacidad cognitiva a una tarea específica. Mientras tanto, quizás la condición previa más importante para el “flujo”, ese estado tan deseado de absorción total en lo que estás haciendo, es la presencia completa en el momento.
La cual también mejora nuestra felicidad. Un estudio de 2008 realizado por investigadores de Harvard descubrió que cuando las personas están plenamente presentes en la actividad que están realizando, son mucho más felices que cuando están pensando en otra cosa. No debería sorprender que tal presencia sea la base para la iluminación y la alegría en las tradiciones espirituales y filosóficas.
Hoy estamos más distraídos que nunca. Pensamos que si no estamos en línea las 24 horas del día, los 7 días de la semana, nos perderemos algo y nos quedaremos atrás. Pero es probable que lo contrario sea cierto. Si estamos en línea 24/7, nos perderemos de todo. La mejor manera de trabajar en la presencia es programar, y proteger celosamente, bloques de tiempo para trabajar, jugar y conectarse con un enfoque profundo.
SÉ PACIENTE CONTIGO MISMO.
Para marcar una diferencia significativa en cualquier trabajo que hagas, debes persistir lo suficiente como para superar los inevitables estancamientos.No ver un progreso visible no significa que lo que estás haciendo no esté teniendo un efecto. Nos encanta contar historias sobre esfuerzos masivos y avances de la noche a la mañana, pero rara vez existen.
Considera un estudio de 2018 publicado en la revista Nature. Los investigadores descubrieron que, si bien la mayoría de las personas tienen una «buena racha» en su carrera («un período específico durante el cual el desempeño de un individuo es sustancialmente mejor que su desempeño típico») el momento es impredecible. “La buena racha surge al azar dentro de la secuencia de trabajos de un individuo, está localizada temporalmente y no está asociada con ningún cambio detectable en la productividad”, escriben los autores.
Las grandes ganancias suelen ser el resultado de pequeños pasos constantes a lo largo del tiempo. Esto requiere paciencia y se beneficia de lo que se denomina una “mentalidad de proceso”. Primero, establece una meta. A continuación, descubre los pasos discretos hacia la meta que están bajo tu control. Luego, procura olvidarte del objetivo y concéntrate en ejecutar esos pasos.
ABRAZA TU VULNERABILIDAD.
En su libro de 1959, el sociólogo Erving Goffman distinguió entre lo que llamó el yo “delante del escenario” y el yo “entre bastidores”. Nuestro yo en el frente del escenario es el que traemos a situaciones sociales o cuando estamos tratando de engañarnos a nosotros mismos. Nuestro yo detrás del escenario representa quiénes somos cuando dejamos de actuar, cuando no consideramos cómo seremos percibidos por los demás.
Nuestros distintos yo en el frente y detrás del escenario no son binarios. La mayor parte del comportamiento humano se encuentra en un espectro entre los 2. Pero cuando alguien pasa demasiado tiempo interpretando su yo en el frente del escenario -particularmente cuando hay una gran brecha entre su yo en el frente y detrás del escenario- por lo general sigue la angustia, porque sienten el engaño.
Reconocer y aceptar nuestra vulnerabilidad es una parte crucial de tradiciones como el budismo, el taoísmo y el estoicismo. Todas poseen un énfasis en la exploración honesta de la experiencia interna: abrirse a lo bueno, lo malo, lo bello y lo feo de la vida. Estas tradiciones enseñan que enfrentar tus vulnerabilidades te ayuda a conocerte y confiar más en ti mismo, y a forjar vínculos íntimos y nutritivos con los demás.
Investigaciones recientes respaldan este punto de vista. En un estudio de 2018 publicado en el Journal of Personality and Social Psychology, investigadores de la Universidad de Mannheim en Alemania descubrieron que, aunque las personas pueden sentirse débiles cuando demuestran vulnerabilidad, ese comportamiento tiende a hacer que los demás los perciban como fuertes, con los pies en la tierra y dignos de confianza.
Practicar la vulnerabilidad comienza con preguntarsequé sientes realmente en una situación determinada y luego dejar que los demás lo sepan. Todo el mundo tiene fragilidades y defectos, y podemos desarrollar fortaleza y confianza en nosotros mismos al compartirlos.
ENCUENTRA UNA COMUNIDAD.
El impulso incesante de ser productivos puede ayudarnos a salir adelante a corto plazo, pero es perjudicial para nuestro bienestar social, espiritual y psicológico a largo plazo. Como lo expresó el psicólogo y filósofo Erich Fromm en su libro de 1941, “Sentirse completamente solo y aislado conduce a la desintegración mental al igual que el hambre física conduce a la muerte”.
Una gran cantidad de investigaciones realizadas por el fallecido psicólogo de la Universidad de Chicago, John Cacioppo, muestra que la soledad está asociada con la ansiedad, la depresión, el agotamiento y la sensación de estar desatado. Como enfatizó Cacioppo, nuestra especie evolucionó en grupos muy unidos, y encontrar un lugar en una comunidad profunda es una de nuestras necesidades permanentes.
En nuestros lechos de muerte, es probable que no nos detengamos en ese gran ascenso laboral, premio brillante u otro logro externo, sino en los lazos que forjamos con otras personas en el camino. La comunidad profunda nos brinda espacios donde podemos apoyarnos mutuamente en los altibajos. Es donde encontramos las relaciones que nos mantienen conectados a tierra.
5 ideas simples que te pondrán en el camino del Bienestar post pandémico
Antes de la pandemia, la gente hablaba de sus ganas de apagar todo: las noticias de último momento, las cosas por hacer, las notificaciones de redes sociales y del correo electrónico. Nadie quería estar constantemente pensando en el futuro -en la siguiente tarea por cumplir- pero, cuando intentaban desconectarse, era insoportable. Se sentían incómodos y nerviosos, perdidos y angustiados.
Y no eran los únicos. Incluso antes del virus, los estadounidenses reportaban tasas más altas que nunca de ansiedad clínica y depresión, con estimaciones que mostraban que al menos una de cada 5 personas sufría alguno de aquellos trastornos. Las adicciones a sustancias nocivas también se encontraban en niveles máximos, con tasas crecientes de alcoholismo y la epidemia de opiáceos. La soledad y el aislamiento social iban en aumento, al igual que el agotamiento y la fatiga. Por supuesto, la muerte, la angustia y la incertidumbre de los últimos 2 años sólo han servido para exacerbar estas tendencias.
¿CREES EN LA VIDA DESPUÉS DE LA PANDEMIA?
Ahora, con el final de la pandemia finalmente a la vista, más personas comienzan a reflexionar sobre las vidas que quieren llevar al otro lado. Sería desafortunado perder esta oportunidad de reiniciarnos, redefinir el éxito y cómo lo perseguimos.
Lo que necesitamos es tener ambos pies sobre la tierra – hallar esa fuerza interna y confianza en uno mismo que nos sostiene a través de los altibajos de la vida. Es una profunda reserva de integridad y fortaleza, de plenitud, de la cual pueden surgir el desempeño duradero, el bienestar y la realización.
Estar conectados a tierra no significa decir adiós a la pasión, el esfuerzo y la ambición; sino dejar atrás la ansiedad frenética y omnipresente y encontrar una manera de expresar tu auténtico yo en el aquí y ahora. Uniendo los campos de la psicología, la neurociencia y la sociología, así como también viejas lecciones religiosas y sabias tradiciones, existen 5 principios que podrían servirte como un mapa hacia una vida diferente -y mejor- en la postpandemia.
No puedes trabajar en algo de manera significativa si te niegas a aceptar dónde estás. No donde quieres estar, no donde crees que deberías estar, no donde otros piensan que deberías estar, sino donde estás, incluso si no es un buen lugar. Sólo una vez que dejas de resistirte a los pensamientos y emociones intrusas es que podrás tomar acciones concretas y productivas para superarlos.
Con más de 130 estudios publicados que apoyan la teoría y aseguran su efectividad para lidiar con la depresión clínica, el dolor crónico, el abuso de sustancias y el agotamiento extremo, entre otros, el concepto detrás es sorprendentemente antiguo.
Durante milenios, las tradiciones de sabiduría oriental han enseñado a los practicantes a desconfiar de la «segunda flecha». La primera flecha es un evento o circunstancia que no puedes controlar; la segunda flecha es tu negativa a aceptar ese evento o circunstancia y verlo claramente por lo que es. Estas tradiciones enseñan que la segunda flecha, la que nos disparamos a nosotros mismos, casi siempre duele más que la primera.
Cuando te descubras a ti mismo disparando segundas flechas hacia ti mismo y resistiéndote a la realidad, repite el siguiente mantra: esto está realmente ocurriendo y estoy haciendo lo mejor que puedo.
Nuestra sociedad celebra la eficiencia y la optimización, por lo que es natural que queramos optimizarnos. Pero nuestros cerebros no son computadoras.
Un estudio de 2001 publicado en el Journal of Experimental Psychology encontró que cuando realizamos múltiples tareas, nuestros cerebros cambian constantemente entre tareas o dividen y así vencen, asignando tan sólo una parte de nuestra capacidad cognitiva a una tarea específica. Mientras tanto, quizás la condición previa más importante para el “flujo”, ese estado tan deseado de absorción total en lo que estás haciendo, es la presencia completa en el momento.
La cual también mejora nuestra felicidad. Un estudio de 2008 realizado por investigadores de Harvard descubrió que cuando las personas están plenamente presentes en la actividad que están realizando, son mucho más felices que cuando están pensando en otra cosa. No debería sorprender que tal presencia sea la base para la iluminación y la alegría en las tradiciones espirituales y filosóficas.
Hoy estamos más distraídos que nunca. Pensamos que si no estamos en línea las 24 horas del día, los 7 días de la semana, nos perderemos algo y nos quedaremos atrás. Pero es probable que lo contrario sea cierto. Si estamos en línea 24/7, nos perderemos de todo. La mejor manera de trabajar en la presencia es programar, y proteger celosamente, bloques de tiempo para trabajar, jugar y conectarse con un enfoque profundo.
Para marcar una diferencia significativa en cualquier trabajo que hagas, debes persistir lo suficiente como para superar los inevitables estancamientos. No ver un progreso visible no significa que lo que estás haciendo no esté teniendo un efecto. Nos encanta contar historias sobre esfuerzos masivos y avances de la noche a la mañana, pero rara vez existen.
Considera un estudio de 2018 publicado en la revista Nature. Los investigadores descubrieron que, si bien la mayoría de las personas tienen una «buena racha» en su carrera («un período específico durante el cual el desempeño de un individuo es sustancialmente mejor que su desempeño típico») el momento es impredecible. “La buena racha surge al azar dentro de la secuencia de trabajos de un individuo, está localizada temporalmente y no está asociada con ningún cambio detectable en la productividad”, escriben los autores.
Las grandes ganancias suelen ser el resultado de pequeños pasos constantes a lo largo del tiempo. Esto requiere paciencia y se beneficia de lo que se denomina una “mentalidad de proceso”. Primero, establece una meta. A continuación, descubre los pasos discretos hacia la meta que están bajo tu control. Luego, procura olvidarte del objetivo y concéntrate en ejecutar esos pasos.
En su libro de 1959, el sociólogo Erving Goffman distinguió entre lo que llamó el yo “delante del escenario” y el yo “entre bastidores”. Nuestro yo en el frente del escenario es el que traemos a situaciones sociales o cuando estamos tratando de engañarnos a nosotros mismos. Nuestro yo detrás del escenario representa quiénes somos cuando dejamos de actuar, cuando no consideramos cómo seremos percibidos por los demás.
Nuestros distintos yo en el frente y detrás del escenario no son binarios. La mayor parte del comportamiento humano se encuentra en un espectro entre los 2. Pero cuando alguien pasa demasiado tiempo interpretando su yo en el frente del escenario -particularmente cuando hay una gran brecha entre su yo en el frente y detrás del escenario- por lo general sigue la angustia, porque sienten el engaño.
Reconocer y aceptar nuestra vulnerabilidad es una parte crucial de tradiciones como el budismo, el taoísmo y el estoicismo. Todas poseen un énfasis en la exploración honesta de la experiencia interna: abrirse a lo bueno, lo malo, lo bello y lo feo de la vida. Estas tradiciones enseñan que enfrentar tus vulnerabilidades te ayuda a conocerte y confiar más en ti mismo, y a forjar vínculos íntimos y nutritivos con los demás.
Investigaciones recientes respaldan este punto de vista. En un estudio de 2018 publicado en el Journal of Personality and Social Psychology, investigadores de la Universidad de Mannheim en Alemania descubrieron que, aunque las personas pueden sentirse débiles cuando demuestran vulnerabilidad, ese comportamiento tiende a hacer que los demás los perciban como fuertes, con los pies en la tierra y dignos de confianza.
Practicar la vulnerabilidad comienza con preguntarse qué sientes realmente en una situación determinada y luego dejar que los demás lo sepan. Todo el mundo tiene fragilidades y defectos, y podemos desarrollar fortaleza y confianza en nosotros mismos al compartirlos.
El impulso incesante de ser productivos puede ayudarnos a salir adelante a corto plazo, pero es perjudicial para nuestro bienestar social, espiritual y psicológico a largo plazo. Como lo expresó el psicólogo y filósofo Erich Fromm en su libro de 1941, “Sentirse completamente solo y aislado conduce a la desintegración mental al igual que el hambre física conduce a la muerte”.
Una gran cantidad de investigaciones realizadas por el fallecido psicólogo de la Universidad de Chicago, John Cacioppo, muestra que la soledad está asociada con la ansiedad, la depresión, el agotamiento y la sensación de estar desatado. Como enfatizó Cacioppo, nuestra especie evolucionó en grupos muy unidos, y encontrar un lugar en una comunidad profunda es una de nuestras necesidades permanentes.
En nuestros lechos de muerte, es probable que no nos detengamos en ese gran ascenso laboral, premio brillante u otro logro externo, sino en los lazos que forjamos con otras personas en el camino. La comunidad profunda nos brinda espacios donde podemos apoyarnos mutuamente en los altibajos. Es donde encontramos las relaciones que nos mantienen conectados a tierra.
Fuente: Espacio Mutuo.
Archivos
Categorías
Noticias Recientes