Como tantas otras funciones tecnológicas, nació en el ámbito de la seguridad del Estado: en 1971, el científico informático Murray Turoff desarrolló una manera de hablar en tiempo real entre 2 computadores como parte de un sistema llamado EMISARI, dentro de la Oficina de Preparación de Emergencias, durante la presidencia Nixon en Estados Unidos. Los funcionarios de alto nivel dedicados a controlar la inflación y la subida de precios llamaban a ese nuevo juguete la Party Line y lo usaron hasta 1986.
La semilla ya estaba plantada, aunque aún faltaban años para la generalización de los teléfonos móviles, los SMS y las aplicaciones de chat. La espiral de expectativas pronto se instaló como la norma: como lo definió Joe Pinsker en The Atlantic, “cuando un avance tecnológico hace posible una nueva funcionalidad, como responder al instante, hacer eso es una manera que adopta la gente para señalar qué tan dedicados son como trabajadores o como miembros de una familia. La lectura en negativo no tarda en llegar: no hacerlo, no responder al instante, pasa a significar que no son trabajadores ni amigos ni familiares dedicados”.
LA ANSIEDAD DE LA INMEDIATEZ
La psicóloga Jara Pérez dice que suele encontrarse con este tipo de cuadros en su consulta, “sobre todo entre la gente que trabaja como freelance”, dice. “Veo mucho 2 tipos de conducta: la ansiedad y la culpa. Casos en los que la persona siente elevada su ansiedad cuando da la vuelta su teléfono y ve la cantidad de notificaciones pendientes que tiene, y experimenta culpa si todas esas peticiones no se pueden atender en el tiempo deseado. Estamos siempre disponibles y cuando no lo estamos, sentimos FOMO [fear of missing out, o miedo de perdernos de algo]. Que perdemos trabajos, que perdemos planes, que nos dejan de llamar, que nos devaluamos. Eso genera mucha culpa y es difícil salir de ahí”, señala. “Si yo soy mi propia marca, ¿qué imagen doy si no estoy disponible?”, se pregunta.
La paradoja, además, es que el móvil suele ser a la vez el problema y la solución. El resto de las aplicaciones que anidan allí y que proporcionan alivios momentáneos y entretenimiento sirven como antídoto a la ansiedad de las notificaciones. “Estar en el teléfono te disocia mucho”, explica Pérez, “cuando ingresas entras en un lapso en el que no hay espacio ni tiempo. A esto se le llama estímulos sin emoción. Al final necesitamos el móvil para disociar el estrés que genera el propio móvil”.
EL TIEMPO ES ORO (Y TUS RELACIONES SON CARAS)
Que los empresarios valoran más a los trabajadores que responden rápido no es sólo una impresión. 2 investigadores israelíes, Yoram Kalman y Sheizaf Rafaeli hicieron un estudio comprobando cómo afectaba la velocidad de respuesta en la impresión que las empresas se hacen de hipotéticos empleados y su conclusión fue más o menos la que cualquiera podría deducir: que los jefes consideraban poco profesionales a los que no respondían inmediatamente.
Más tarde, otros 2 autores estadounidenses, Matthew Heston y Jeremy Birnholtz, llevaron a cabo otro trabajo en el que ampliaban el campo a las relaciones entre amigos. Se tituló: ¿Vale la pena esperar? El efecto de la receptividad en la atracción interpersonal entre conocidos. Se propusieron cuantificar científicamente “si no responder el mensaje de un amigo podría causar frustración o afectar potencialmente al deseo de alguien de quedar con otro y seguir siendo amigos, también conocido como atracción interpersonal”. Para eso hicieron simulacros de comunicaciones truncadas por Google Hangouts, iMessage y Facebook. Su principal conclusión es que, efectivamente, retrasos de sólo 10 segundos en la respuesta en un chat sí que afectan la atracción interpersonal incluso entre amigos.
Sin embargo, tardar en responder un mensaje personal no es siempre sinónimo de falta de interés. Después de una exhaustiva jornada laboral, es normal quedar sin ganas de comunicarse. Todos necesitamos estar solos -realmente solos, sin distracciones- de vez en cuando.
CÓMO COMBATIR EL FENÓMENO
Ante este desborde sistémico, y a pesar de intentos de legislar, como los que se han aprobado ya en Francia y Portugal, que pretenden garantizar el derecho de los empleados a no recibir mensajes de sus jefes fuera de horario laboral, la responsabilidad vuelve a recaer en el individuo, que busca las maneras de poner límites.
“Eso siempre es interesante. En mi consulta soy más de analizar que de dar consejos, pero marcar fronteras siempre es bueno. De lo contrario, el móvil acaba formando parte de nuestro propio cuerpo” señala Pérez, que admite también que ella es incapaz de ponérselos, de hacer cosas tan sencillas como dejar el móvil en una bandeja boca abajo al llegar a casa.
Hay quien recomienda el método GRIP, diseñado por un experto holandés en productividad, Rick Pastoor, y que consiste – entre otras cosas – en dividir el día en bloques de 30 minutos y dedicar sólo 3 de ellos a responder mensajes. También se suele recomendar tener 2 móviles separados, uno para ocio y otro para trabajo, aunque en la práctica las dos funciones acaban mezclándose.
Cuando se aplican este tipo de restricciones no se piensa sólo en uno mismo, en practicar una especie de autocuidado digital, también en ser considerado con los demás. “Para mí, es clave cuidar las horas en las que el receptor va a tener el mensaje. Yo puedo decidir escribir a la hora que sea, pero desde hace años programo la hora de recepción. Mi desorden vital es mío, pero es una falta de respeto enviar correos y mensajes a cualquier hora”, dice el sociólogo Fernando Garrido. Y si alguien tiene en su estado de WhatsApp “si no es urgente, mejor correo” quizá también habría que hacer caso.
Disponibles 24/7: la presión por responder todos los mensajes está perjudicando nuestras vidas
La semilla ya estaba plantada, aunque aún faltaban años para la generalización de los teléfonos móviles, los SMS y las aplicaciones de chat. La espiral de expectativas pronto se instaló como la norma: como lo definió Joe Pinsker en The Atlantic, “cuando un avance tecnológico hace posible una nueva funcionalidad, como responder al instante, hacer eso es una manera que adopta la gente para señalar qué tan dedicados son como trabajadores o como miembros de una familia. La lectura en negativo no tarda en llegar: no hacerlo, no responder al instante, pasa a significar que no son trabajadores ni amigos ni familiares dedicados”.
LA ANSIEDAD DE LA INMEDIATEZ
La psicóloga Jara Pérez dice que suele encontrarse con este tipo de cuadros en su consulta, “sobre todo entre la gente que trabaja como freelance”, dice. “Veo mucho 2 tipos de conducta: la ansiedad y la culpa. Casos en los que la persona siente elevada su ansiedad cuando da la vuelta su teléfono y ve la cantidad de notificaciones pendientes que tiene, y experimenta culpa si todas esas peticiones no se pueden atender en el tiempo deseado. Estamos siempre disponibles y cuando no lo estamos, sentimos FOMO [fear of missing out, o miedo de perdernos de algo]. Que perdemos trabajos, que perdemos planes, que nos dejan de llamar, que nos devaluamos. Eso genera mucha culpa y es difícil salir de ahí”, señala. “Si yo soy mi propia marca, ¿qué imagen doy si no estoy disponible?”, se pregunta.
La paradoja, además, es que el móvil suele ser a la vez el problema y la solución. El resto de las aplicaciones que anidan allí y que proporcionan alivios momentáneos y entretenimiento sirven como antídoto a la ansiedad de las notificaciones. “Estar en el teléfono te disocia mucho”, explica Pérez, “cuando ingresas entras en un lapso en el que no hay espacio ni tiempo. A esto se le llama estímulos sin emoción. Al final necesitamos el móvil para disociar el estrés que genera el propio móvil”.
EL TIEMPO ES ORO (Y TUS RELACIONES SON CARAS)
Que los empresarios valoran más a los trabajadores que responden rápido no es sólo una impresión. 2 investigadores israelíes, Yoram Kalman y Sheizaf Rafaeli hicieron un estudio comprobando cómo afectaba la velocidad de respuesta en la impresión que las empresas se hacen de hipotéticos empleados y su conclusión fue más o menos la que cualquiera podría deducir: que los jefes consideraban poco profesionales a los que no respondían inmediatamente.
Más tarde, otros 2 autores estadounidenses, Matthew Heston y Jeremy Birnholtz, llevaron a cabo otro trabajo en el que ampliaban el campo a las relaciones entre amigos. Se tituló: ¿Vale la pena esperar? El efecto de la receptividad en la atracción interpersonal entre conocidos. Se propusieron cuantificar científicamente “si no responder el mensaje de un amigo podría causar frustración o afectar potencialmente al deseo de alguien de quedar con otro y seguir siendo amigos, también conocido como atracción interpersonal”. Para eso hicieron simulacros de comunicaciones truncadas por Google Hangouts, iMessage y Facebook. Su principal conclusión es que, efectivamente, retrasos de sólo 10 segundos en la respuesta en un chat sí que afectan la atracción interpersonal incluso entre amigos.
Sin embargo, tardar en responder un mensaje personal no es siempre sinónimo de falta de interés. Después de una exhaustiva jornada laboral, es normal quedar sin ganas de comunicarse. Todos necesitamos estar solos -realmente solos, sin distracciones- de vez en cuando.
CÓMO COMBATIR EL FENÓMENO
Ante este desborde sistémico, y a pesar de intentos de legislar, como los que se han aprobado ya en Francia y Portugal, que pretenden garantizar el derecho de los empleados a no recibir mensajes de sus jefes fuera de horario laboral, la responsabilidad vuelve a recaer en el individuo, que busca las maneras de poner límites.
“Eso siempre es interesante. En mi consulta soy más de analizar que de dar consejos, pero marcar fronteras siempre es bueno. De lo contrario, el móvil acaba formando parte de nuestro propio cuerpo” señala Pérez, que admite también que ella es incapaz de ponérselos, de hacer cosas tan sencillas como dejar el móvil en una bandeja boca abajo al llegar a casa.
Hay quien recomienda el método GRIP, diseñado por un experto holandés en productividad, Rick Pastoor, y que consiste – entre otras cosas – en dividir el día en bloques de 30 minutos y dedicar sólo 3 de ellos a responder mensajes. También se suele recomendar tener 2 móviles separados, uno para ocio y otro para trabajo, aunque en la práctica las dos funciones acaban mezclándose.
Cuando se aplican este tipo de restricciones no se piensa sólo en uno mismo, en practicar una especie de autocuidado digital, también en ser considerado con los demás. “Para mí, es clave cuidar las horas en las que el receptor va a tener el mensaje. Yo puedo decidir escribir a la hora que sea, pero desde hace años programo la hora de recepción. Mi desorden vital es mío, pero es una falta de respeto enviar correos y mensajes a cualquier hora”, dice el sociólogo Fernando Garrido. Y si alguien tiene en su estado de WhatsApp “si no es urgente, mejor correo” quizá también habría que hacer caso.
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